Decir que las herramientas emocionales me han salvado la vida, no es exageración.
Trigger warning (Aviso de temas sensibles): En esta carta, hablaremos de salud mental, depresión, ideación su1c1da. Procede con responsabilidad y conciencia.
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Milagro en tres actos
Primer acto.
Aquí está tu hijo – le dije a mi esposo hace ocho años, entregándole al bebé de 2 años y quitándome el collar de perlas.
No puedo más.
Me fui a la oficina a llorar, por horas.
Mamá está triste. Le decía mi esposo a nuestro infante.
Así se ve la tristeza.
Podemos abrazarla para acompañarla.
Yo, en medio del episodio triste, sabía que también podía sentir gratitud, compañía, aprecio de construir una familia donde se educa en las emociones.
Sabía que podía conectar con el abrazo, que siempre me arraiga y devuelve al presente.
Pero mi cuerpo no pudo.
Era como si la gracia del momento sucediera del otro lado del cristal. Ellos allá, yo de este lado. No estaba triste, no estaba enojada.
Simplemente, no sentía nada.
Era como si la vida no me pudiera tocar.
Esa fue la primera vez que recibí el diagnóstico, a tan solo dos semanas de los síntomas evidentes.
Sí es depresión. – dijo entonces la psicóloga, la segunda opinión que busqué – Mi reconocimiento por atenderte tan rápido.
6 de cada 10 personas con depresión no están diagnosticadas ni tienen un tratamiento eficaz, complicando cada vez más el cuadro de síntomas.
Es como andar con una fractura de pierna, sin ir al doctor, por no saber que ese dolor, ese malestar, no es normal.
Yo fui por mucho tiempo la que ponía ojos de huevo ante la frase “sólo escucha a tu cuerpo”. Hubo años en los que no sabía si tenía hambre, o sueño. Mi experiencia era como ser una cabeza flotante en la vida.
Todo mente, cero cuerpo.
Ya no digamos poder describir cómo me sentía.
En retrospectiva, puedo identificar que mi primera experiencia con el trastorno de salud años antes, yo fui una de esas seis personas, sin diagnóstico, sin tratamiento, sin esperanza.
Yo anduve por la vida con la pata rota, sin darme cuenta que eso no es normal.
Pero esa tarde de junio, en el consultorio de la psicóloga me agradecí tantos recursos invertidos en mi auto-educación.
Entonces entendí la utilidad de tantos años de estudio, las 18 certificaciones de formación en desarrollo humano. Aquí estaban mis +400 horas de yoga, mis miles de dólares invertidos en autoconocimiento.
En ese capítulo, al compartirlo con mi círculo cercano (vínculos nutritivos, otra herramienta de autoconocimiento), resultó que al conocer mis síntomas, cinco de mis personas cercanas fueron a su propia evaluación médica para enfrentar el mismo diagnóstico.
Las herramientas emocionales me salvaron la vida.
A mi, y a los míos.
Segundo Acto.
Efectivamente, depresión severa.
Decía la psiquiatra en la pantalla del zoom, porque #pandemia.
Boom. Segundo tránsito por el camino de la depresión diagnosticada.
Necesitas fármaco, pero antes cuéntame del acceso monetario que tienes ahora. El medicamento que te daré depende de los recursos que tengas.
Era la primera vez que un especialista de salud se interesaba por mi contexto social, económico. Lloré de compasión, de agradecimiento. Acariciaba mi collar de perlas, para arraigarme al presente, tranquilizando mi sistema nervioso.
Recordé enojada todas las veces que otros nutriólogos – sin entrenamiento emocional, claramente – solo me prescribían salmón horneado y espárragos. Sin preguntar siquiera si yo tenía horno, o dinero para comprar ese tipo de proteína. Elitismo en pleno.
Aplausos Jessica, por saber pedir y elegir tu equipo médico.
También le di un gran uso a mi entrenamiento en comunicación efectiva. Pude compartir mi situación y el tipo de ayuda que requería de cada quien, de forma asertiva.
Mi cuerpo puede cambiar como resultado del tratamiento, y te agradezco que no hagas comentarios al respecto. Me escuché decir.
Decidí dejar un grupo de mastermind, darme de baja de dos programas educativos, y modificar la entrega de mis servicios. Todo como resultado de herramientas de gestión y manejo de estrés.
Sabía que el dolor en el pecho y la respiración agitada eran síntomas de atravesar la resistencia. Sabía que ese dolor era pasajero.
Perdóname por olvidar tu cumpleaños, le dije meses después a una de mis mejores amigas.. Elegí re-establecer vínculos sanos desde la vulnerabilidad y la honestidad.
Pero acaso mi victoria más grande, fue decidir vivir.
Fue reconocer que esos pensamientos de “estarían mejor sin mi” a las 2am de la mañana parada en el balcón de mi casa, no era yo.
Era la depresión hablando por mi.
Esas noches, tenía mi línea de vida.
Sabía que podía escribir por WhatsApp a dos personas previamente avisadas -y capacitadas en Primeros Auxilios emocionales-, para que me ayudaran a transitar el episodio de idea suicida.
Tercer acto.
Te quiero invitar a co-facilitar el Programa de Acompañamiento Emocional conmigo — Me confirmó Lore Aguirre el día de su cumpleaños en un café.
Sí, sí, y mil veces sí. dijo mi cuerpo, acariciando de nuevo mi gargantilla de perlas, sin necesidad de palabras.
Fue un sí profundo, honesto.
Sin el diálogo corrupto del complejo del impostor.
Sin incertidumbre sobre la autoridad moral, la competencia académica e integridad de la creadora (Lore)
Sin escepticismo, ni maledicencias del síndrome de la niña buena.
Sin heridas de perfeccionismo, ni abandono, ni rechazo.
Participar en la gestación, los planes de invitación y la entrega de este programa, es el broche de oro que me regalan las herramientas emocionales. w
Este es el programa que me hubiera ahorrado 18 certificaciones (léase miles de dólares), acortado el camino de la maestría emocional al menos unos ocho años, y llenado mi vida de lazos significativos.
Lejos de entristecerme, me alegro que ahora exista este Instituto, este primer programa. El programa que ya le recomendé hasta a mi esposo.
Las ostras crean perlas al cubrir con nácar una partícula irritante que entra en su caparazón.
Con el tiempo, lo que comenzó como un dolor, se convierte en algo precioso.
Del sufrimiento, la perseverancia y el tiempo pueden nacer circunstancias valiosas.
Me dará mucho gusto recibirte en el programa, para juntos crear perlas de sabiduría, de crecimiento y de salvación.
Para tí y para los tuyos.
Abrazo,
Jess.