“El síndrome de la hermana mayor”

 

“El síndrome de la hermana mayor”

Dejé de cargar a otras personas para vivir una vida acompañada desde el amor y la libertad.

 

Soy la mayor de 6 hermanos y desde chica aprendí el valor de ser buena niña, obediente y responsable. ¡Cuida a tus hermanos! fue una de las frases que escuché muchas veces y que para mi también implicaba ser un buen ejemplo así que jamás pensé en hacer travesuras o explorar lo incorrecto. 

 

Pero no sólo me limité a cuidar a mis hermanas y hermano, sino que también cuidaba de generar cualquier problema a mi mamá o papá e incluso de cuidarles desde lo que a mi corta edad entendía como tal, así que me fuí auto asignando un montón de responsabilidades que durante mucho tiempo creí que eran parte de mi personalidad. 

 

Por un lado, eso se sentía bien: era el ejemplo por lo buena hermana, buena hija, buena amiga, buena estudiante y muchos etcéteras que me fui colgando como medallas, pero que sin darme cuenta también fueron un arma de doble filo, porque aprendí a ser vista o valorada en la medida en que las personas me lo dijeran, sin cuestionarme jamás si lo que otras personas querían era lo que a mi me haría feliz todo el tiempo.

 

Y al buscar complacer a todo mundo nació un miedo existencial ¿dejarían de amarme cuando no fuera la Gaby que esperaban? Esa duda ni siquiera me animaba a plantearla así que durante años tomé muchas decisiones, cotidianas y relevantes, buscando hacer “lo correcto” y cumplir con la proyección que había venido creando con lo que yo pensaba que otras personas esperaban de mí; las pequeñas decisiones tal vez parecían irrelevantes como cuando de adolescente no usaba “malas palabras” o no dejaba mi cabello suelto porque eso no iba con una niña buena, pero la falta de conexión profunda con mis deseos y con mi intuición me llevó incluso a casarme por las razones equivocadas y quedarme ahí por mucho más tiempo del que hubiera querido, pero claro! yo estaba haciendo “lo responsable y lo correcto”. 

 

No es de sorprender que después de muchos años me sintiera cansada, sin un propósito vital propio y bastante sola, aunque rodeada de mucha gente que me aplaudía por ser “tan buena”, pero que en realidad no me conocía porque yo no permitía que vieran más allá de mi superficial “todo está bien”.   

 

Afortunadamente comencé  procesos que poco a poco me ayudaron a cuestionarme , a desafiar creencias que venían de afuera y también de mi propia interpretación de la realidad. 

 

Siempre fui bastante inquieta y busqué de todo: terapia, posgrados, talleres, conferencias, podcast, experiencias espirituales, libros,  amistades profundas. Todo me fue dando herramientas para quitar capas de una persona que no era y a descubrirme con una mirada nueva, que dejó de ser desde la expectativa de la perfección para convertirse en una mirada desde la compasión, pudiendo abrazar mi dolores, mis sombras y también reconocer con humildad y certeza mis fortalezas y talentos.

 

Ahí fue cuando por fin dejé de cargar a otras personas para vivir una vida acompañada desde el amor y la libertad, comencé a 

 

  • sentirme cómoda en mi piel y permitirme disfrutar la vida en mis propios términos.
  • construir relaciones desde la honestidad y la reciprocidad,
  • practicar la valentía de mostrarme ante personas seguras con lo que consideraba sería vergonzoso o peligroso, 
  • ser cuidada y sostenida, dejando atrás mi etiqueta de ser la que cuidaba a otras personas. 

 

Esa transformación me permite vincularme de manera más profunda y trascendente con otras personas. Puedo ser una hija, hermana, amiga, pareja, vecina, jefa y en general una persona que acompaña mejor los espacios compartidos, ya sea en un entorno terapéutico o no, puesto que sigo caminando en este amoroso proceso de ser menos perfecta y más humana. 

 

Tal vez te resuena algo de lo que he vivido: a lo mejor te has colocado la etiqueta de “el bueno, la buena”, o sientes que tu valía depende de la aprobación ajena; o percibes desconexión y que no tienes un proyecto vital. Si tú también andas en busca de tu propio camino, podemos encontrarnos en este espacio de formación para compartir nuevas maneras de acompañarnos emocionalmente y de crear vidas más auténticas, libres y plenas.

 

Les abrazo con cariño desde ahora, con el anhelo de conocernos muy pronto.

 

Gabriela Hernández Ruiz.

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